Juegos de (J)oseznos
José Urriola C.
Cuando yo era niño sufría mucho de las vías respiratorias. El asma, la alergia y cierta curiosa fragilidad en los vasos capilares de la nariz fueron fieles compañeras de infancia. Fieles como el mal aliento, diría Cortázar.
En mi época los niños nos tocábamos la nariz y nos sacábamos los mocos. Creo que eso ahora no pasa tanto, pues ahora padres y niños son muchísimo más correctos. Pero el punto es que el ancestral y naturalísimo acto de meterse los dedos en la nariz acababa resultando en camisas llenas de sangre, en toallas blancas perdidas, en rollos y rollos de papel higiénico convertidos en apretados tirabuzones encajados en mis fosas nasales, minutos y minutos de juego trastocados en tensa calma, horizontalizado, con la cabeza bien echada hacia atrás hasta que cediera la hemorragia.
Papá, que se la pasaba inventando juegos de palabras, me escribió cierta tarde de narices rotas un poema. El viejo decía que si el cachorro de un oso era un osezno y el hijo de un lobo se llamaba lobezno, entonces yo era un Josezno.
Yo, ya desde chiquito, creía intuir quién era el dichoso Osito Feliciano. Y, confesaré, a veces sueño con recitárselo igualito al Josezno que algún día tendré.
En mi época los niños nos tocábamos la nariz y nos sacábamos los mocos. Creo que eso ahora no pasa tanto, pues ahora padres y niños son muchísimo más correctos. Pero el punto es que el ancestral y naturalísimo acto de meterse los dedos en la nariz acababa resultando en camisas llenas de sangre, en toallas blancas perdidas, en rollos y rollos de papel higiénico convertidos en apretados tirabuzones encajados en mis fosas nasales, minutos y minutos de juego trastocados en tensa calma, horizontalizado, con la cabeza bien echada hacia atrás hasta que cediera la hemorragia.
Papá, que se la pasaba inventando juegos de palabras, me escribió cierta tarde de narices rotas un poema. El viejo decía que si el cachorro de un oso era un osezno y el hijo de un lobo se llamaba lobezno, entonces yo era un Josezno.
Yo, ya desde chiquito, creía intuir quién era el dichoso Osito Feliciano. Y, confesaré, a veces sueño con recitárselo igualito al Josezno que algún día tendré.
El Osito Feliciano
El Osito Feliciano es un osito feliz
Pero acostumbra meterse los dedos en la nariz
¡Feliz –le dice la madre- que te la vas a romper!
Y Feliz dale que dale como quien oye llover.
El Osito Feliciano ya la nariz se rompió
Y la madre le decía: ¡Ajá, te lo dije yo!
Le remienda la nariz una espléndida doctora
De quien inmediatamente Feliciano se enamora
Ahora Feliciano es un osito correcto
Que se toca la nariz
De un modo pluscuamperfecto.
El Osito Feliciano es un osito feliz
Pero acostumbra meterse los dedos en la nariz
¡Feliz –le dice la madre- que te la vas a romper!
Y Feliz dale que dale como quien oye llover.
El Osito Feliciano ya la nariz se rompió
Y la madre le decía: ¡Ajá, te lo dije yo!
Le remienda la nariz una espléndida doctora
De quien inmediatamente Feliciano se enamora
Ahora Feliciano es un osito correcto
Que se toca la nariz
De un modo pluscuamperfecto.
5 Comments:
Así como tú rompías tu nariz, otros se fracturaban los brazos por andar en los tacones de mamá...
Tierno, sencillo, provoca al recuerdo.
No sabía que tu sensibilidad daba para poemas infantiles también... me encanta!
Un abrazo grande!
qué bello recuerdo!!! y sí, debes recitárselo a tus joseznos!!!
¡Felicitaciones.! Me tocaste la fibra más sensible ,con tu recuerdo infantil tan bellamente narrado. Espero que tengas pronto tu Josezno.
Alguien que disfrutó y vivió contigo esa experiencia del Osito Feliciano.
Ay Jose, la verdad es que te veo tan claramente con tu Josezno, eres muy sensible y vas a ser un gran papá oso además con mucho talento.
Por ti y por tu Josezno, salud!!
OA
Publicar un comentario
<< Home